"París, más vago que el Océano, resplandecía, pues, a los ojos de Emma entre encendidos fulgores. La vida multiforme que se agitaba
en aquel tumulto estaba, sin embargo, compartimentada, clasificada en cuadros distintos. Emma no percibía más que dos o tres, que
le ocultaban todos los demás y representaban por sí solos la humanidad entera. EL mundo de los embajadores caminaba sobre pavimentos
relucientes, en salones revestidos de espejos, alrededor de mesas ovales, cubiertas de un tapete de terciopelo con franjas doradas. Allí
había trajes de cola, grandes misterios, angustias disimuladas bajo sonrisas. Venía luego la sociedad de las duquesas, ¡estaban pálidas!;
se levantaban a las cuatro; las mujeres, ¡pobres ángeles!, llevaban encaje inglés en las enaguas, y los hombres capacidades ignoradas
bajo apariencias fútiles, reventaban sus caballos en diversiones, iban a pasar el verano a Baden, y, por fin, hacia la cuarentena, se casaban
con las herederas".
Madame Bovary, Gustave Flauvert.
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